Aventura y cordura
- Constanza
- 22 jun 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 15 jul 2020
Veía fotos, pedía consejos, buscaba tips y atracciones para visitar. Hacía números, calculaba presupuesto, pensaba qué foto iba a sacar en cada lugar. Si bien Marrakech me interesaba, el desierto fue lo que me cautivó. Tengo que admitir que, como joven viajera, el poder decir “estuve en África” era un desafío, un renglón de mi lista de objetivos que quería tachar, un continente más para nombrar, un país diferente para marcar en el mapa.
Mis rutas hasta ahora, habían incluido algunas de las viejas ciudades de Europa, un par de islas, la naturaleza de la Patagonia, la cultura de Perú y el famoso Machu Picchu, que se ve que es lo primero que tenés que nombrar, aunque si tuviera que elegir, repetiría el desierto de sal de Uyuni en su lugar.
“Por favor no vayas sola”, mi papá y alguno de sus miedos. El no lo sabe, pero no hay palabras más poderosas que las que salen de su boca, o bueno, de su chat de Whatsapp. Sus dos palabras - dos palabras, literalmente- me pueden hacer emocionar, llorar, enojar. Es como un poder extra, un don. Aunque si nos ponemos un poco más lógicos, todos sabemos que se trata de amor y sensibilidad.
Entiendo su preocupación, probablemente si uno le pregunta sobre Marruecos al sabelotodo de Google, encuentra palabras como peligro-machismo-mujeres-riesgo-robos, etc.
Pero claro, yo elegía leer las palabras cultura-desierto-experiencia-barato y etcétera.
Mediados de Febrero, Andorra:
Ya compré el pasaje pá, va a estar todo bien.
Este viaje era entusiasmador, me mantenía sonriente, me olvidaba del cansancio del trabajo. Era el cierre perfecto para estos tres meses de temporada, necesitaba terminar con una aventura interesante, distinta.
Yo se que en el fondo, papá me entendía, todo este espíritu aventurero que me mantiene inquieta, estoy segura que lo heredé de él, desde que me presentó la naturaleza, me enseñó a acampar, a viajar por nuestra querida Córdoba. Desde sus historias alocadas e impensadas de mochilero, de viaje en solitario, de vida nómade.
-Así que pá, ya compré el pasaje.
La confianza que depositan mis padres en mí, me hace confiar en mi misma. Me hace sentirme capaz, me hace soñar (y eso que soy de las que sueñan muy alto), me lleva a hacer cosas como esta, así que les agradezco, por que me siento viva, muy viva.
Llegué a Marrakech, me buscó un guía turístico por el aeropuerto, que hablaba un castellano atonado que podría hacerme reír. Pero con cautela, mantuve distancia.
Llegué al hotel, me ubiqué y avisé a mi familia que había llegado, que estaba todo bien.
Estaba ubicado sobre la plaza principal, Jemaa el Fna, principal atractivo de la ciudad, ruidoso, alegre y colorido. Yo sonreía mientras paseaba. Estaba energética e hiperactiva, la felicidad de estar ahí, sola, recien llegada. Entusiasmada por lo que me esperaba, ansiosa por todo lo que quería conocer.
Los días siguientes fueron espectaculares, cargados de experiencias, naturaleza, personas interesantes, y muchas emociones. Pero eso lo voy a contar más adelante, detalladamente.
Ahora quiero decirle a mi papá, que estoy bien, que gracias por preocuparse, que gracias por enseñarme a volar, que gracias por confiar en mí.
Que si hoy elijo viajar, es gracias a él.
Que si aprendí a disfrutar de la soledad, es gracias él.
Que si disfruto con locura la aventura, es gracias a él.
Y la aventura con cordura, querido papá, cambió mi vida.
Y este viaje, el de este pedacito de África que tanto te preocupa, y el de la vida, te lo dedico a vos.
Comments