LLEGADA A ANDORRA
- Constanza
- 16 jul 2020
- 2 Min. de lectura
El destino elegido era Andorra. Me habían contado de la nieve, del esquí, del trabajo, del sueldo. Y yo sin muchas preguntas ni dudas, dije allá voy.
A 3 hs desde Barcelona, llegaba a la terminal en Andorra la Vella. Pedí un mapa y pregunté cómo ir a Tarter, donde estaba ubicado el Hostel que había reservado por unos días. Todavía no veía las montañas, ni la nieve. Estaba concentrada en el folleto y en la ruta que me había marcado la señora con lapicera azul, que indicaba doblar a la izquierda y después derecha hasta que encuentre la parada de bus. Lo que la señora no me dijo, es que todas las calles son subidas y bajadas, lo cual hubiera sido una buena advertencia para Oli y para mí, que intentábamos llegar con dos valijas,dos bolsos de mano, un bolso de esquís y una bufanda que se nos caía.
Tomamos el L4. Elegí el asiento de la ventana. A medida que avanzabamos, el paisaje era cada vez mas verde, las montañas empezaban a imponerse, y la poca nieve estaba dispersa como en charcos blancos.
Se veían casas aisladas y grandes hoteles. El conductor con su particular seseo nos indicó dónde bajar. No había nada. Plena ruta.
Caminamos buscando alguna callecita, estaban vacías. Más tarde entenderíamos que la temporada no había arrancado, que hasta que no llega el paquete y abren las pistas, Andorra parece despoblada.
Preguntamos por el hostel apenas vimos a algún ser humano y llegamos a instalarnos.
Acá era donde empezaba todo.
Dejé mis cosas sin acomodar,me abrigué, y salí a dar “una vuelta”.
Mi cara de feliz cumpleaños permaneció por varios días.

En el hostel había cordobeses, bonaerenses, rosarinos, sureños, españoles y una chica que hablaba inglés que nunca me enteré de dónde era.
Todos estábamos buscando trabajo, recomendandonos pisos de alquiler, llamando a inmobiliarias, pasándonos contacto. Todos nos ayudabamos. Durante el día, salíamos a repartir curriculums, y cuando llegaba la tardecita, nos encontrábamos todos. Compartiamos unos mates y conversabamos.
Los cruces de tonadas pasaban a carcajadas entre guitarreadas y comidas que a veces se nos quemaban.

En la cadena de mis primeras veces de muchas cosas, también incluyo que ésta era mi primera vez en un hostel. Y no entiendo a la gente que no le gustan.
Los hostel permiten sentirse un poquito mas en familia, entre amigos. Nos conocimos de repente, y a los tres días estábamos comiendo choripán y bailando cuarteto en un rincón de Europa.
Desde ese momento elegí hospedarme en hostel en todos mis viajes.
Algunas personas que conocí en ese hostel no las vi nunca más,otras me dejaron sus consejos y de algunas no me acuerdo sus nombres, pero hay personas se convirtieron en grandes amistades que me acompañaron toda la temporada.
Cada persona hace su viaje y todos tenemos gustos diferentes. Pero si tuviera que dar un consejo, hospedarse en un hostel sería el primero para quien viaje, sobretodo para quien viaja solo.

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