LOS TIEMPOS LIBRES
- Constanza
- 27 jul 2020
- 2 Min. de lectura
Una vez que encontré trabajo y la rutina se volvió más ordenada, intenté aprovechar al máximo mis horas libres. Salir a caminar, buscar caminos donde dé el sol, tomar mates en algún lugar, eran algunas de las cosas que hacían que esas horas libres valgan la pena.
Los días libres intentaba salir de Andorra la Vieja, donde caminar por las calles se volvía incómodo cuando la mirada fija de vidrieras de todas las marcas ofrecían descuentos de productos tan increíbles como innecesarios, te acechaban con estrategia, descuentos, luces, carteles y colores. Los maniquíes parecían pedirme que entre al local con descaro. Y lo lograban con frecuencia. Así que intentaba evitarlos, aunque no era cosa fácil.
Buscaba algún caminito o sendero en la montaña. Soy de ese tipo de personas que no planean, me gusta salir a caminar y encontrar a dónde quiero ir. Siempre hay algún cartel o caminito que llama mi atención y no sé a dónde van. Esos son mis favoritos.
“Passeig de Rec del Solá” llamó mi atención, y aunque no sabía qué significaba, sonaba a sol. Era un sendero de piedra y con varandas que rodeaba la montaña y podía ver la ciudad desde ahí arriba. Lo más importante es que le daba el sol hasta tarde, y en invierno, en Andorra, no hay oferta que le gane a una tarde de sol.

Otros días, elegía ir a “dar una vuelta”. Me tomaba el bus y me bajaba en algún lugar, sin plan, sin previos conocimientos, sin recomendaciones y a veces sin compañía. En unas de estas vueltas, me quedé en Incles y escribí:
“Apreciar, admirar, sorprenderse
Todo es celeste, blanco y verde.
Es mas que una foto, es lo que se siente.
Nariz apuntando al sol, mi pantalón negro calienta mis piernas que, en contraste con mi espalda en sombra, debe haber grados de diferencia.
Me saqué los guantes. El viento frío acaricia mis manos y mi piel se va secando, igual que mis labios.
Mi pelo flamea, mis orejas se enfrían, y mi bufanda se vuela.
Observar, mirar, es más que solo ver.
El sol arriba de las montañas, se refleja en la nieve y me encandila los ojos. No quiero lentes oscuros, que cambien el celeste del cielo, ni que modifiquen el tono blanco del suelo.
A la izquierda el arroyo, a la derecha el bosque. Y a donde mire, montañas. Montañas que nos encierran, son tan grandes y eternas, que es difícil decidir si definirlas como un límite, o como horizonte infinito.
Escucho el río, el agua helada y el viento en los árboles.
La foto no habla, y mis palabras no alcanzan.”

Sin conocer muchos lugares, elegí el Valle de Incles como mi lugar favorito de Andorra. Iba a despejarme, a sentir el sol, a caminar por el bosque. Después de dos años, en mi segunda temporada, volví a confirmar la elección.
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